miércoles, 23 de junio de 2010

Nueva Folha?



La Folha de Sao Paulo de papel cambió su diseño a partir de hoy y he leído más críticas que alabanzas.
El primer problema que como internauta encontré es que no hay manera de verlo en su página web, porque remiten a la edición paga. Tuve que rescatar la nueva portada de blogs que la analizan, como el de Midia Mundo.com y el de Paper Papers, que recomiendo leer.
Es posible que quieran generar tal intriga que la gente corra a los kioscos a comprarlo, y así aumentar los 300 mil lectores con los que cuentan; pocos si se toman en cuenta los 20 millones de habitantes de Sao Paulo.
Prometieron un periódico del futuro en la propaganda, trabajaron duro (vea en este documental el debate que se dio tras bastidores sobre el cambio) pero no me gusta lo que veo a distancia en el primer ejemplar. Entre otras cosas, la primera plana sigue siendo una sábana llena de textos y el titular de apertura es aburrido. Habría que hojearlo, para además ver las variantes que ofrecieron en materia editorial.
Hace un año, cuando tuve oportunidad de revisarlos, Folha y su competencia Estado de Sao Paulo tenían portadas idénticas. Tanto, que había que ver las cabeceras para poder identificar quién nos hablaba. Midia mundo.com destaca hoy como, por lo menos, se diferenciaron este año con rediseños. Pero al final, como que es más de lo mismo.

sábado, 5 de junio de 2010

Quiénes somos en la red?

Un tweet del periodista brasileño Felipe Milanez fue la causa de su despido. El 11 de mayo escribió en su perfil: "To destruido, muito chateado. Acabo de ser demitido por causa dessa infeliz conta de Twitter. Sonhos e projetos desmancharam no ar virtual".
@felipedjeguaka había criticado en 140 caracteres un reportaje de la revista Veja, de la misma casa editorial Abril para la cual trabajaba, desde octubre de 2009, como editor de la revista National Geographic Brasil.
El caso tuvo una repercusión impresionante en la red, donde se activó de inmediato una cadena de solidaridades automáticas, muy propias de situaciones como estas. Quien quiera saber más sobre este incidente puede leer aquí.
Cuando me topé con ese tweet la pregunta me desvelaba: Los periodistas, ¿quiénes somos en la red?
La angustia apareció desde que abrí una cuenta de Twitter y vi, primero con vanidad y luego con preocupación, que mis seguidores iban creciendo con los días. "¿Qué esperan de mí?", me sigo preguntando. Tengo un cargo en El Nacional que hace suponer que soy una persona informada. Fácil es concluir, entonces, que mis seguidores aspiran a que cada día les revele algo.Tamaño compromiso. Después de esta certeza será que puedo tuitear una banalidad como ésta?: "Vengan a comer las mejores crepes francesas de Caracas". Ya lo hice.
Divagaba sobre el tema cuando encontré en un blog una propuesta: los periodistas deberían tener dos cuentas en ´Twitter: una personal y una profesional.
Introduje el planteamiento en una reunión interna con reporteros de la Redacción y del incipiente debate salió una conclusión: "La empresa nos quiere censurar en Twitter".
Ante esto, preferí callar y esperar. Seguí, sigo, viendo mensajes en 140 caracteres de colegas que opinan sobre la gestión de ministros, políticas oficiales o decisiones de la oposición con tanto desparpajo como si estuviesen chateando con los amigos. Tengo que confesar que yo misma he incurrido en esto sin medir el impacto que pueda tener, con las sospechas que nacen a diario en esta sociedad polarizada.
Todo esto porque desconocemos el poder de Leviatán al que se refiere Jean Francois Fogel en su artículo Veinte apuntes sobre el ciberLeviatán Ponemos cualquier cosa en las redes sociales, sin importarnos quién pueda leerla. Internet, según el periodista francés viene a ser el gigante con la espada en la mano que Hobbes pintó para representar este nuevo Estado absolutista. "Su cuerpo es de manera literal una muchedumbre agrupada", dice.
Fogel también destaca cómo esta red no es bidireccional y carece de control. "Alcanza como medio de comunicación un nivel donde ahora todo funciona al revés", y entre los cambios, indica: "La censura es matemáticamente imposible en una red abierta".
Si lo medimos por el caso de Milanez, a quien la empresa penalizó con el despido, hay que apuntar que el periodista pasó de 150 seguidores, antes de la dimisión, a 1.501 en el momento en que esto escribo. Sus comentarios siguieron siendo críticos, mantuvo su espacio para expresarse en la red, multiplicó su audiencia, pero perdió el trabajo.
Por casos como estos es que grandes medios de comunicación han comenzado a crear sus manuales sobre el uso que deben darle los periodistas a la red. Hay dos tendencias: la primera como la del New York Times, que prohíbe a sus redactores opinar en sus cuentas vinculadas con el medio, o la de otros, como la BBC de Londres, que entiende que los periodistas son personas y no una extensión de la empresa.
La verdad es que no hay fórmulas. Las redes y las normas están en construcción. Sólo hay que evaluar las circunstancias y establecer reglas claras. Ojalá en Venezuela algún medio alcanzara este grado de madurez y se atreviera a redactar su manual.
Mientras esto ocurre, acompaño el consejo que hizo Guillermo Franco, autor del libro Cómo escribir para la web, en el Seminario sobre Periodismo Digital, realizado en mayo, por el Grupo de Diarios de América y la CAF, en México: "No hagan comentarios en la web que causen sospechas sobre su imparcialidad". Yo agregaría: Hay que medir las consecuencias que cualquier tweet y, más un retweet, pueda tener.
Sé que es difícil plantear este dilema en la Venezuela de la era Chávez; sin embargo, dejo abierta la discusión. Sólo sé que deberíamos debatirlo.